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"Realidad es solamente aquello que es observado" (Luhmann)

* Todo el material expuesto en esta oportunidad fue fusionado bajo la influencia sonica de las siguentes bandas:

1. The VON Bondies.
2. Ingrid Lucia & The Flying Neutrinos.
3. The Troggs.

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Observar es, como repetimos siempre, generar una diferencia con la ayuda de una distinción, que no deja fuera con ello nada distinguible. En el medio verdad el sistema comunicativo sociedad constituye el mundo como una totalidad, que incluye todo lo que es observable y hasta el observador mismo. Con ese objetivo se establece en el mundo un sistema observador que se observa a sí mismo, que tiene disponibilidad sobre el valor reflexivo de la falsedad (y tiene disponibilidad también sobre lo observable, lo empírico y lo fáctico, evidentemente) y de ese modo puede marcar algo cuyo correlato no puede ser atribuido al mundo. El refinamiento de esta distinción verdadero/falso consiste precisamente en que es utilizable operativamente, por tanto que funciona empíricamente (lingüísticamente) en el mundo, pero que al mismo tiempo, en cuanto distinción, no se proyecta sobre el mundo. La distinción no presupone ningún mundo correlativo para la falsedad. El mundo excluye e incluye la falsedad, y esto es también válido en el uso de los códigos sobre sí mismos, en la investigación de la verdad y también en la observación de la propia paradoja.

Pues el observar no es otra cosa que un señalar diferenciante.

"no se puede ver, que no se ve lo que no se ve". "Draw a distinction" de Heinz von Foester. Observar se convierte entonces en la elaboración de una distinción, una operación con una estructura bastante compleja. Una distinción tiene siempre dos partes, consiste propiamente en una frontera que hace posible diferenciar ambas partes y pasar de una a otra. El sentido que tiene la separación de ambas partes y su marcaje por la forma de la distinción, es obligar al observador a salir de una parte de lo distinguido (y no de la otra). Se tiene que indicar lo que será observado; hay que "dar una referencia". Con ello damos también una indicación que se mantiene oculta, que hay otra parte de la cual, al menos provisionalmente, no hablamos. (la distinción es el "punto ciego", que en cada observación se presupone como la condición de su posibilidad: el observador es lo no-observable).

De ahí la necesidad de una "observación de segundo orden" para poder establecer un procedimiento científico de construcción de la realidad social. Se produce una observación de segundo orden cuando se observa a un observador en cuanto observador. "En cuanto observador" significa: con respecto al modo y manera como observa; es decir, en relación a la distinción que utiliza para marcar un lado y no otro.

"Aquello, que se construirá como realidad, está últimamente garantizado sólo a través de la observabilidad de observaciones"

"We take as given the idea of distinction and the idea od indication, and that we cannot make an indication without drawing a distinction"
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Realidad es, ante todo, según venimos diciendo una y otra vez, una formalidad de alteridad de lo aprehendido sentientemente. Y este momento consiste en que lo aprehendido queda en la aprehensión como algo "en propio", algo "de suyo". Reidad o realidad es formalidad del "de suyo.

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La paradoja de Olbers se suele expresar con la pregunta, aparentemente ingénua: ¿por qué es oscuro el cielo en la noche?. Este hecho es sólo un problema genuino en un universo que es eterno, infinitamente grande y no cambia con el tiempo, puesto que en un universo así uno encuentra la superficie de una estrella en cualquier dirección que mire, al igual que en un bosque suficientemente grande uno siempre encuentra un tronco de árbol en la línea de visión en cualquier dirección que se le ocurra mirar.
El argumento se puede concretar matemáticamente de la siguiente manera: supongamos un universo del tipo mencionado con una densidad de estrellas constante. En una superficie esférica centrada en el observador a una distancia 2r uno puede encontrar exactamente 4 veces más estrellas que en una situada a una distancia r (ley del inverso del cuadrado de la distancia). Pero a su vez el flujo de luz recibido de una estrella a distancia 2r es exactamente 4 veces menor, por lo que la cantidad de luz recibida de las esferas situada a distancias r y 2r es exactamente la misma. Si sumamos por tanto las contribuciones de todas las esferas situadas a cualquier distancia del observador obtenemos una cantidad ¡infinita! de luz recibida, lo que es obviamente un absurdo. Lo más que podría uno hacer para salvar un poco la situación es eliminar la luz interceptada por los discos estelares que se encuentran más cerca del observador. Pero aún así obtendríamos que el cielo debería ser al menos tan brillante como la superficie solar.
Puesto que éste era el tipo de universo que se aceptaba de forma general antes de los años veinte de este siglo, el verdadero misterio está en por qué nadie había deducido que el universo no podía ser infinitamente viejo de este simple hecho.
El término "paradoja de Olbers" fue hecho popular por el cosmólogo Hermann Bondi en los años cincuenta, en honor del astrónomo germano Heinrich Olbers (1758-1840) que publicó un artículo en 1823 planteando el problema. Pero la idea se remonta a pensadores anteriores. En 1576, el inglés Thomas Digges introdujo el concepto de infinito en la visión moderna del universo - recordemos que el universo Aristotélico-Ptolemaico era finito y todas las estrellas estaban situadas en una misma esfera- aunque se dio perfecta cuenta de la necesidad de explicar la oscuridad del cielo, explicación que él achacó erróneamente a la disminución de la cantidad de luz recibida desde las estrellas más alejadas.
En 1610 la paradoja fue estudiada por Kepler, quien parece ser el primero en darse cuenta que existe un verdadero conflicto entre la oscuridad del cielo y la infinidad del universo. Para Kepler la oscuridad que hay entre las estrellas es la evidencia de la existencia de un borde del universo. Un siglo más tarde, Edmund Halley también investigó el asunto y retomó la explicación errónea de Digges.
Pero la primera persona en formular la paradoja en los términos de Olbers fue el astrónomo suizo Jean-Phillippe Loÿs de Chésaux (1718-51) quien introdujo la hipótesis de que la luz de las estrellas lejanas se debilitaba debido a que era "absorbida" por el espacio vacío. El propio Olbers consideró la posibilidad de absorción de la luz por algún tipo de materia situada entre las estrellas. Pero Olbers no se percató de que este material se calentaría y terminaría radiando tanta energía como recibiría.
Halley leyó dos artículos referentes a la paradoja ante la Royal Society en 1721. Newton estaba presente, pero siquiera Newton fue capaz de apreciar la posibilidad de una explicación apelando a la "edad del universo". La iglesia tenía puesta fecha a la creación (4004 a.C.). Eso podría implicar que el universo tenía que ser menor que unos 6000 años-luz (4004+1721) que es por mucho lo suficientemente pequeño para eliminar la paradoja. El hecho de que Newton, Halley y sus contemporáneos no señalaran esta posibilidad apunta a la poca fe que tenían en la fecha oficial de la creación.
En febrero de 1848, Edgard Allan Poe (1809-49), que además de su conocía faceta como escritor era un científico amateur, publicó un ensayo titulado Eureka, en el cual daba la siguiente explicación a los "vacíos" oscuros observados entre las estrellas: "Podríamos comprender los vacíos que nuestros telescopios encuentran en innumerables direcciones suponiendo que la distancia hasta el fondo invisible es tan inmensa que ningún rayo de luz procedente de allí ha sido todavía capaz de alcanzarnos".
Nadie se percató de estas especulaciones de un científico amateur y Poe murió antes de que se divulgara este argumento. Tampoco hubo nadie que se percatara del interés del asunto cuando en 1907, el científico irlandés Fournier d'Albe escribiera en un artículo: "Si el mundo fue creado 100,000 años atrás, entonces la luz de los cuerpos que estuvieran situados a más de 100,000 años luz no podría habernos alcanzado en el tiempo presente". El mismo d'Albe había cogido la idea de Lord Kelvin, que había publicado la idea en un volumen de conferencias en 1904 y que fue ignorado hasta que Eduard Harrison, de la universidad de Massachussetts, lo rescatara en los ochenta, y publicara el hecho en su libro Darkness at Night (1987). Es curioso señalar como desde Newton hasta Hubble, pasando por los innumerables hombres de ciencia que conocían la paradoja de Olbers, nadie se percatara de que el simple hecho de que el cielo fuera tan oscuro indicaba que el Universo no era infinitamente viejo. Aún hoy en día, dentro de la imagen que nos ofrece el modelo del Big Bang, aunque la paradoja de Olbers ya no sea ninguna paradoja, el hecho de contemplar un cielo nocturno es una de las grandes evidencias a favor de que hubo un Big Bang.

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